Arturo von Vacano
muerde el Silencio
Moritz Attenberger
Ludwig Maximilians Universität, München
„Morder el Silencio“, de Arturo von Vacano,
como testimonio del autoritarismo en Bolivia
y como narrativa intertextual


Introducción

La tercera frase en Morder el Silencio de Arturo von Vacano es poco común en la
literatura sobre el autoritarismo: „Y nunca me golpearon, insistí“. Mientras la mayoría de
obras trata de las torturas y otras medidas en contra del físico, ejecutadas por los
regímenes autoritarios (o por lo menos los toman como punto de partida), esta obra
boliviana tematiza la violencia física en forma muy marginal. Más bien enfoca las
consecuencias mentales o síquicas de la persecución, de la represión y del exilio. Sin
embargo, o justamente por eso, es un libro sumamente cautivador. Aparte de tener un
tema interesante, el texto se caracteriza por su „ritmo, concisión, intensidad, humor,
radical crítica y autocrítica“[1]. También es por esas propiedades estilísticas del texto que
da gusto leerlo.

La obra puede considerarse altamente metafórica, sobre todo en cuanto a sus
personajes, quienes reflejan no sólo las dictaduras y la sociedad en Bolivia, sino que
también señalan hacia un significado más general. Aunque el narrador-protagonista
Max, quien se enfrenta con un régimen autoritario, es caracterizado como individuo
intelectual de rasgos muy bolivianos, durante sus destierros se amplía el significado
metafórico de su destino hacia el entorno internacional. Considero de especial interés el
enfoque síquico de la obra, porque demuestra que para traumatizar a una persona no es
necesaria la represión físicamente cruel.

Además de presentar esta obra como un aporte importante a la literatura sobre el
autoritarismo en América Latina, quiero destacar sus aspectos intertextuales y meta-
literarios, ya que para una interpretación adecuada me parece inevitable considerar las
paralelas con la vida y la obra de Miguel de Unamuno. Siguiendo el ejemplo del escritor y
filósofo español, von Vacano trabaja un tema que particularmente desde Cervantes
ocupa un lugar importante en la literatura: cuestiona el límite entre el mundo de la ficción
y la realidad.

Experimentando con una situación narrativa entre lo autobiográfico y la ficción, entre
realidad y literatura, el texto busca una respuesta para el problema principal del narrador-
protagonista Max: estar “entre dos celdas y tres hijos”, representar lo intelectual frente a
la fuerza bruta de la Bestia o someterse, asumir responsabilidad moral para la sociedad
y poner en peligro a sus hijos o ser indiferente ... Hasta finalmente encontrar la solución:
el eco. A través de la publicación de sus textos, las ideas de Max han tenido eco y de esta
manera queda asegurada la persistencia de su pensamiento crítico. Curiosamente, ese
final anticipó la historia real de la obra, cuya primera edición [2] fue quemada por una de
las dictaduras que tuvo Bolivia, pero se ha editado después en inglés [3] y ahora incluso
se puede bajar del Internet en formato Pdf [4].

Por medio del presente trabajo pienso hacer un pequeño aporte para ampliar el discurso
acerca de Morder el Silencio, porque opino que la obra se lo merece.

Morder el Silencio

La Bestia (boliviana)

“La Bestia”, junto con su opuesto “el canto de la sirena” pueden considerarse como las
metáforas principales en “Morder el Silencio”. La Bestia parece ser el motor de la acción
que se desarrolla dentro de la narración, ya que es ella quien mete al protagonista-
narrador Max a una celda, lo interroga y desde entonces la Bestia es la causa de su
depresión y conflicto mental. Está claro que la Bestia en primer lugar es una metáfora
para el régimen autoritario con el cual se enfrenta Max. Más allá de eso, la Bestia evoca
otras alusiones y abarca un significado muy amplio. Trataré de eso más adelante, por
ahora me limito a identificar a la Bestia con el régimen boliviano que influye en la vida del
protagonista.

A pesar de que el término “bestia” en si contiene algo amenazador y es por lo general
relacionado con un poder feroz y de mala intención, hay un punto de referencia muy
importante, el cual ayuda a entender el origen de esas asociaciones: El papel de las
bestias en el apocalipsis bíblico.

“Und das Tier, das ich sah, war gleich einem Parder [sic] und seine Füße wie Bärenfüße
und sein Mund wie eines Löwen Mund. Und der Drache gab ihm seine Kraft und seinen
Stuhl und große Macht.”[5]


La última frase nos lleva a la Bestia de von Vacano, porque se trata de una bestia (en la
traducción alemana de la Biblia “Tier”) que tiene mucha fuerza y poder, justamente los
atributos que también un estado autoritario trata de desarrollar. Lo importante es, que
obtiene esas dos características de un dragón, el cual en el apocalipsis representa al
diablo. Además, en la discusión sobre el apocalipsis, la bestia es muchas veces
identificada con Roma o sus emperadores, quienes mantenían un régimen autoritario y
perseguían a los cristianos. La Bestia es entonces una metáfora para una fuerza
poderosa, incitada por el mal, y probablemente se refiere directamente a gobiernos
represivos. En Morder el Silencio también el contrario del mal, la figura de Jesús,
aparece en el capítulo 48[6] y Max lo nota „agotado. Cansado por los siglos de los siglos.
Pero es el mismo“. Es una apariencia, de la cual Max no sabe si es sueño o realidad.


Después de haber aclarado que el significado de la Bestia puede relacionarse con el
mal en general, cabe destacar  las formas concretas de la Bestia. Es de suponer que en
primer lugar se trata de una metáfora para una dictadura en Bolivia, ya que se nombra a
lugares y momentos históricos bolivianos: Con “la Sacrosanta del 52” sin duda se refiere
a la revolución nacional en 1952[7]. Cuando “[m]iraba la Montaña. Los tres picos como
joyas blancas contra el azul casi negro del cielo. Gozaba del sol tibio en el Prado.“[8], el
narrador describe una escena típica como se puede percibir en La Paz: Desde “El Prado
“, la avenida principal en el centro de la ciudad, se ve a las tres puntas nevadas del Cerro
Illimani. El “azul casi negro“ es probablemente una alusión a los colores fuertes que
produce la altura en Bolivia.

En los capítulos 91 hasta 95 Max discute con un diplomático norteamericano sobre la
falta que el mar hace a los bolivianos. Durante las discusiones el texto establece una
conexión implícita que va desde la pérdida del mar, pasa por “La Fuerza y la Violencia“
mayor de los chilenos y la posición indiferente del diplomático estadounidense, hasta el
“Reino de la Bestia“. Si bien puede aparecer extraña esa vinculación, hay que considerar
que la pérdida del mar en 1879 a los chilenos ha dejado un trauma a nivel nacional en
Bolivia. El tema sigue teniendo mucha importancia para el país y la recuperación del mar
es un asunto político que ningún presidente puede dejar de considerar. [9] En la página
87 se menciona la opinión del presidente estadounidense Carter en su declaración
respecto al tema del mar en 1977.

Como la ubicación geográfica de la acción principal es La Paz, Max es metido “al COP”
en 1973 y considerando que Morder el Silencio fue terminado en 1979, se puede asumir
que la Bestia en su extensión boliviana alude a la dictadura de Hugo Banzer Suárez, que
duró de 1971 hasta 1978.

Dos Renés en una Gran Familia

Una interpretación metafórica del destino de Max y de su familia apunta claramente a la
sociedad boliviana, la historia y las razones para las dificultades de desarrollo
democrático y económico del país. Podemos considerar al crítico periodista y escritor
Max como símbolo de una verdadera democracia con libertad de expresión[10], a su
familia como símbolo para el pueblo y el país boliviano, a la Bestia como la dictadura y a
los Renés como amenaza para la sociedad. Los siguientes párrafos establecen
claramente que el destino de la familia de Max sea representativo para el de la nación:

Bueno; si, es una historia idiota. Idiota y aburrida, pero hay que nivolarla; después de
todo, existen serías sospechas de que René es entre nosotros la mitad más uno.
La Mayoría.
[…]
Coño, si René el estafador es la mayoría, no hay futuro para la Gran Familia; mejor sería
cerrar la tienda y emigrar a Sudáfrica. Porque sin ley no hay país. No hay nación.
[…]      
La ruina de los sueños de mi pequeña familia ilustran, entrañan, predicen, confirman las
ruinas de los sueños de mi Gran Familia.
Mi gesto: mano desnuda, pum, es el gesto de mi Gran familia [sic] ante los René
nacidos entre nosotros. [11]


Y luego:

Esta historia, como usted ve, no es más que una repetición infantil de nuestra historia.
Quiere ser un ruego, un conjuro, una petición, una demanda, una solicitud, una
apelación, una esperanza de que no vuelvan, jamás, a escribirse líneas así. [12]


Los personajes llamados René dan posibilidad para muchas interpretaciones y
sospechas. Por ejemplo, podrían ser una alusión al primer dictador en Bolivia después
de la fracasada Revolución del 52, René Barrientos. Bajo el gobierno del militar
Barrientos se amplió el sistema corrupto y Hugo Banzer fue ministro. [13] Un indicio en el
texto podrían ser las palabras: “René. El Coronel“. [14] Otra interpretación (arriesgada)
sería la de identificar a René con René Descartes, cuyos pensamientos frecuentemente
aparecen vinculados con las dictaduras.

Probablemente René tiene varias caras. Para mi argumentación me parece importante
notar que, con René, el autor más que todo se refiere a las oligarquías (tanto en la capa
alta como en las capas sociales bajas), quienes explotan al país como les conviene,
aunque tengan que manipular la ley. El siguiente párrafo citado demuestra que la capa
alta es representada por el abogado René, para las capas bajas figura el René que finge
ser constructor y resulta ladrón, símbolo de una sociedad donde la corrupción es la base
para la movilidad social de las personas.

René el estafador tiene dos casas, dos vehículos, un juego de ternos chillones y un río
en la parte baja de la ciudad: ha descubierto un amigo en la Municipalidad que le da
cada año el mismo recodo del mismo río para que construya cada invierno las mismas
defensas contra las lluvias que se llevan cada año las mismas sementeras: René el
estafador es, señor mío, un hombre de medios.
Habrá que decirlo, conoce la ley.
René el abogado lo ha hecho mucho mejor, como corresponde a su educación: para
hablar con él es necesario hablar de millones, y en dólares.[15]


La Bestia universal

Sin embargo, parece que la Bestia no se limita únicamente a representar una dictadura
boliviana, ya que su nombre es utilizado en otras circunstancias. Por ejemplo, se
menciona explícitamente el gobierno represivo de Manuel Prado en Perú:


Era el Perú de Prado, de modo que hasta las putas eran duquesas.
Nadie podía conseguir un empleo decente si no era primo del primo del primo del
cuñado de Prado. [16]


Y parece que el concepto de “bestia” es aún más amplio: En los capítulos 19 y 20 el
lector llega a saber cual es la trama de la narración, cuyo motor es la Bestia (boliviana).
El narrador se aproxima a esta Bestia, mencionando, por orden cronológico incidentes
en su vida hasta su enfrentamiento con la Bestia boliviana. Estos incidentes son
encuentros con personas o hechos, que implican algo negativo y que tienen que ver con
el trabajo del protagonista como periodista crítico: la guerra de Vietnam, los líderes
políticos norteamericanos, etc. En su intento de aproximarse a las verdades detrás de
los sucesos, el protagonista cada vez se choca con una fuerza superior a él, que no lo
deja investigar lo que intenta averiguar. Vemos que para Max la Bestia no se limita a la
dictadura, sino también representa cualquier fuerza que trata de impedir un pensamiento
crítico o la búsqueda de la verdad.

Finalmente describe la causa de su conflicto con la Bestia boliviana: haber publicado la
frase "La verdadera causa de la crisis es la corrupción a alto nivel de gobierno." en la
columna de comentarios del diario Última Hora. La respuesta de „la Ley“  es: „¡Métanlo al
COP!“[17]
De esta manera el autor establece una de las antagonías principales del texto: por un
lado está el protagonista con sus ambiciones como periodista, en búsqueda de la
verdad; por otro lado las fuerzas superiores con las que se enfrenta: la dictadura en su
país, los representantes de gobiernos ajenos y sus conflictos con el sistema capitalista
(“Agradece que te publicamos la cosa... ¿Quieres plata, encima?“[18]), entre otros.

Pero no basta con eso: En el capítulo 20, el lector se entera de que el conflicto con la
Bestia lleva a otro conflicto: el protagonista está entre su vocación como periodista-
escritor y la responsabilidad por su familia. El diálogo de Max y su esposa en el
nacimiento de sus tres hijos es evidente:

1970:
Natalia: Se llamará Eliana...
Yo: Dios mío...
1971:
Natalia: Se llamará Alejandro...
Yo: ¡Dios santo!
1973:
Natalia: Se llamará Natalia...
Yo: ¡Mi Dios!


Al final Max invierte los roles de la conversación:

1974:
Yo: Quisiera volver a escribir...
Natalia: ¡Dios mío!


Y nombra su problema:

El canto. [19]


El canto de la sirena

El canto de la sirena (en su forma corta: el canto) es otra metáfora principal de la obra y
significa lo intelectual, el pensamiento crítico, la vocación como escritor y periodista ... En
fin la totalidad del ser humano más allá de lo físico. El canto es lo que lleva a Max a
oponerse al régimen o a la Bestia, acción de la cual resulta un peligro para su familia.
Max está “[s]olo, entre tres hijos y dos celdas“. [20] y el canto de la sirena es lo que cada
vez evoca ese conflicto de nuevo.

Yo debo a mis hijos un segundo y largo período de felicidad. Soy tan feliz con ellos, que a
veces me olvido de mis ambiciones, dije entonces a Natalia.
Pero recuerdo al Flaco, "¿qué otro sentido tendría mi vida?", y no me bastan mis niños ni
mi felicidad apacible.
Escucho el canto y me inquieto. [21]


La idea de la sirena, como proviene de la mitología griega [22], está clara: con su canto
la sirena seduce al protagonista. Max no puede sustraerse al canto de la sirena, aunque
seguir el canto lo amenace con la muerte. El canto de la sirena está en su interior, es
resultado de su formación, de los libros que ha leído, de su desarrollo intelectual y de su
ambición periodística [23].

La literatura

La literatura, como origen del canto, es símbolo de lo intelectual, opuesto a la fuerza
bruta de la Bestia. La oposición es expresada de manera cómica en el siguiente párrafo,
cuando Max es interrogado en las celdas de la COP y el oficial trata de apuntar lo que
este responde:

"El canto de la sirena comenzó con Dumas, Remarque, Hemingway, Kipling, Kant,
Hesse".
- Vaya despacio... ¿no ve que tengo que escribirlo todo? Dumas... ¡Ah, diablos! ¡Todos
extranjeros! Remark... ¿Quién más?
- Pero no: esos son escritores. No necesita anotarlos.
- Yo tengo que escribirlo todo. Son órdenes. Repita.
- Hemingway, Kipling... Kant... Hesse. Si. Así, más o menos... [24]


Vemos también que la Bestia es caracterizada como bruta, exactamente opuesta al
mundo intelectual en el que se ha educado Max. Para él, la Bestia es inferior a nivel
intelectual pero es más poderosa por su fuerza física, como explica luego:

Uno no odia a una zarigüeya. Ni a una hiena.
Esta es mi ventaja. Y mi debilidad. Este sentimiento de superioridad intelectual que le
permite esa posición de superioridad física.
Porque soy superior, no puedo matarlo. Porque es superior, puede matarme. O hacerme
matar. [25]
Sigue